yaces allá abajo como un ángel & otros poemas de Nicolás Arce (poesía chilena)
yaces allá abajo como un ángel, iluminada dentro de una marca en el agua, veo tus huesos, que son mentira, el dolor, que es mentira, mentira atroz, no veo forma de contemplar tu rostro leve, hacia sus adentros, bajo costras & heridas, diosita de hambre, soy tu maricona, háceme mierda: la sintaxis, la noche, el hambre, tu cuerpo & nuestros nombres divirtiéndose, ay, el hundimiento de la casa & sus muertos alzados para agonizar, los años apenas dictados, no lo sé, la luz no se va a ninguna parte, la oscuridad envenena, pero tú eres la única bestia oscura que me puede envenenar, marejadas de coyotes, en mi úlcera que fluye, intermitente, dime putita & te cuento las avenidas de todos los poemas crueles, su espectáculo apagándose, hecho pedazos como el pene de cristo, dime putita & llama a tu muchedumbre para que me quite la ropa, diles que me lleven a la excitación de una vagina acaricida, que se hagan lugar en el viento descarrilado de mi poema, tú, demonio de luz, te amo tanto, escríbeme, alrededor mío escribe la escritura y su gozo, hazme tierra & polvo como los versos en que escribí mi mayor mentira, a veces me quiebro, a veces, siempre me quiebro bajo cadáveres, les borro la cara, los adorno, miedo imaginarlos, esta esperma habla del vacío & su reverso, su cuna vulgar: tartamudeo, el nuevo sol que mi cuerpo imagina, jaulas y ficción, nada está dicho, toda composición es gélida; enredaderas de manos, solo los mejores nos rescatan del miedo¸ de la desaparición absoluta, cristalizada, para llorar con otros, por otros, llorar el sonido centrífugo que cristo me arrancó de las palabras, suspiro, chispa o algún cielo, no sé de las cosas verdaderas, tengo prisa, no hay más amor sobre la mariposa valiosa, prefiero morir bajo el sollozo & sus laberintos, perder mi nombre, besar tus glándulas mamarias, toda tu desnudez, vuélveme tu sodomita, hazme tu hambre, mi hambre, insúltame: en este lugar siempre llega el frío & nos mantiene helados, me desintegro en el océano
En la negación hay una zona de permanencia en donde el lenguaje poético explota: dimensión de ternura/ incendio/ soledad en mis brazos. Los ángulos que deslizamos sirven de presentación de una figura que escribe/ un error terrible que purifica los nudos de la escritura/ sus hilos tatuados en la brutalidad de una noche de verano. No sé cómo llegué a esta prosa. No sé cómo estas flores titilan ridículamente en mis ojos. Estoy ebrio & algo recuerdo de ti. Me sosiego simultáneamente a la nada/ negruzco incendio de ideas. Mil páginas de un canto que eventualmente morirá como la velocidad de la luz de tus voraces ojos porque la desmesura también es virtud/ génesis yendo & viniendo como el coito que alguna vez devoró mi piel. Epifanía–soliloquio: necesidad del verbo violento salpicando en mi glande/ oyéndose a sí mismo. La historia de la poesía es la absoluta belleza de un alacrán aturdido de realidad/ estrujado de realidad & vuelto a aturdir. Vacuos delirios de semen & belleza que agitan en mí una danza para adorarte tempestuosa/ destruyéndome ansioso en tu vocabulario –falo en boca–/ así mismo dibujo el chirrido que no es más que el poema & su hojarasca disuelta. Aquí yazco & sueño/ & mi corazón se precipita al bordado del caos. Aymara estoy hecho/ boreal/ destrozado por la tristeza converso con los cadáveres de la antiguanueva poesía que es un pájaro que no puede detener su vuelo a lo largo del invierno. No puedo dormir. Escribo para mitigar ideas suicidas. Probar LSD por primera vez para quedarse pegado. Te busco/ destruyo/ ahora que me paseo en un puñado de versos. Quiero destruir mis testículos entre caléndulas para creer en algo especial como un cosmos sin patria/ sin cielo dentro que celebrar. Emergencia de curvatura en el infinito que hacen las palabras antes de traducirse en sonido. Los colores encandilan el ocaso & nos cuidan del mito de la lengua: vía láctea barroca y otras sensaciones/ tal vez un beso de un pretérito todavía no descifrado/ un desplazamiento cuyo significado está en las regiones de la distancia & después llega la noche con ojos de pájaro & me dice: te pillé ahorcado/ con lencería femenina & te veías igual a tu padre/ el Cristo redentor. Ahí las formas se me escaparon de los ojos & empecé a escribir la abreviatura de la muerte que se ve algo así: Ø.
Tengo miedo de que se acabe el mundo & busque el aire enfurecido de una página/ la vida. ¿Existe la belleza de estar vivo? Anotar versos mientras te comes las uñas/ la tristeza no importa/ termina incendiándose igual que el deseo este brioso lenguaje radicalmente tierno/ amado hasta el galope del vómito/ el goce convulsivo & musical/ la libación del sollozo que es exactamente el estanque de los trazos perdidos. Pedazos de geografías & ABCDarios clavados en la insurrección van gastando deseo & extrañeza en este cuerpo que es una metáfora terrible como uva madura. Estos son mis cantos de Babilonia que todavía no deben brillar. He tenido amores bastardos que me enseñaron a soñar la flor que tienes en las manos derivada en la agresión de un vocabulario olvidado/ una cierta alianza que se desmorona sobre nosotros en esquirlas de grafía –se piensa en el éter–. El río donde fuimos separados avanza como sudor/ cascada a veces reluciente de barro. Hundimiento en este delicado cuaderno con el contenido del vacío: serena geometría del flash/ fórmula del tiempo sobrepuesta al deseo profético. Estructura de la escritura de la escritura/ la náusea de la carne más allá del límite & la piel sudorosa/ tiznada de placer/ contraída como un vals apretujado en un capullo detrás de los ojos/ incomprensible. Atravesar la cabeza de los abismos presagiando la urdimbre/ visión cubierta de delicadas matemáticas capilares. Canto el samsara como la nueva noche latinoamericana para que rías en la adoración de la tierra. Desbordo mi locura contra mí & los antiguos profetas/ & sin embargo no llego a conocerla. Todo el tiempo donde nos abrazamos es tan perfecto como la cúpula del sol/ deseo & hambre/ inmoralidad & arte bajo los gestos del misterio/ & mi saliva es la tristeza de las palabras que te invitan al chasquido delicioso de los verbos cuando la vida aburre. Las caídas se convierten en un mar/ protolenguaje sembrado en tus ojos casi apagados como planetoides llamados garras/ digitación con hilos de nácar & desvaríos: la materialidad del libro ha guardado los émbolos cardiacos que rocíe con aguardiente mientras trenzaba hebras & maullidos de La Nueva Novela. Tejo insectos palabras códices & los incubo en medio de estas páginas chorreadas de baba &- semen para devolverles la blancura/ estepa hermosa también es virtud.
¿Al volver de trabajar es mejor escribir
poemas de amor que abrir delicadamente los muslos de tu mujer?
E. Verástegui
Yo, Metatrón, estoy en vías de conocer
las perfectas microtonalidades en la voz de Dios
con este ejercicio de ir desconociendo
el paisaje escritural.
Empiezo dibujando algo parecido a un óvalo
que se pierde en el aire altísimo
como el orgasmo de cada noche.
Sobre el agua no tengo mucho que decir
más allá de lo que quizás diga
entre la materia y su descomposición:
LUZ
No hay señales del infinito sino ámbar
en los enlaces químicos del cerebro ingrávido
y totalmente destrozado por el cetro de fuego
que, atado, intentó dormir la grafía:
TODA NEGRA / ARMONIOSA
entonces
Yo, Metatrón, hundo esta garganta con olor a sangre
en el principio de las llamas
ya que
mi nombre es una desgracia
giles culiaos, pura fe Pura buena onda infranqueable
ante la aparición de escupirme en una
fosa común/
PURO MENEO
sin la importancia que se acuerden de mí.
Eso debes saberlo, inquieto corazón,
todas las formas aquí depositadas
subyacen la energía
del inconsciente desproporcionalmente arañado
por la hipérbole malherida
que tanto engendra
la pudrición –entiendo–
el miedo ante el tullido plexo / ante el coágulo
en el fondo del loco paraíso.
Esplendente temblor sagrado
convertido en ángel,
los poetas de la armonía cambian de colores
como de palabras /
se pierden –sueño de hombre–
como un agujero en el estómago
de las galaxias cuyos corazones son fruto
& oscuridad.
Qué queda del diablo y de su nombre
sino murmullos
que continúan entrando & extendiéndose
por los cerrados líquenes del aire,
asida extrañeza entre las lindes
extraños cuerpos celando la inflamación basura:
mi propia vida
exhibiéndose / adecuándose
a los extramuros de la ficción.
Insuficientes constelaciones
en mis músculos remecidos
frente a mi vista como mandíbulas
espirales de miedo e hipocresía.
Los ángeles hablan en pesadillas
con su lengua
despojada al esqueleto violento
y arcaico
sin saber quel delirio es el cuadrado mágico
del arrepentimiento
y la escucha de un ave
dormida en el alfabeto / una suspensión relativa
del largo bello Soma
que juzga demasiado a la muerte por su soledad
cientos de tablillas transmutadas en las manos de Mahoma
y un animal en llamas su pene
abriéndose paso debajo de mis dedos.
–Destrucción–
La escritura implica un impulso simbólico y yo como un búfalo deseo la ternura de la masacre mientras rebeldemente corto yucas bajo este sagrado e inmenso cielo, pliegue irresoluble so este pequeño canto triste pero mi corazón germina y crece, es verde quemándose entre el lodo. Escribo signos –respiro– aunque mis piernas estén enredadas. Fórmulas cómplices evocando lo exterior. Recorro las roturas de mi cuerpo prendido en el vértigo, cuerpo al fin y al cabo hallado titubeando caleidoscópica laguna. Sifón.
No salen las palabras.
Agitado sexo desbocando la textura de su asfixia. Bellos encajes los ruidos mundanos. Un toque en la hendidura incorpora el sentido y por definición refluye lo imperceptible. Tiempo tapando líneas prudentes en esta nostalgia, en este abandono. Haber sabido atravesar el rostro, los ojos y el horizonte.
Una acequia mal iluminada como sutil desgarro en la noche
trasluce el cuajo del ícono mongólico, insensato
hijo de cal
que zumba a ras de la historia/ –algo hay en el delirio–
y la tozudez acumulábase en la distancia…
conchetumare, macizo el capullo converge
en la sequedad del ojo. Hacia el norte se pliega/
respira,
–tulpa en el radar mitocondrial– papalotl eléctrico turbando la panza
de Heliogábalo existida, múltiple desde el rostro confortante/
y a punto estoy de abrirme un par de alas en el vientre
la diamantina furia alquímica entinta el entramado de manos
que nos separa de las galaxias
que nos dispersa,
terriblemente
como el fuego negro o –estar vivo–.
No sé quién eres no significa una topología del pensamiento
como volver demasiado oscuro al éxtasis donde ha caído
una semilla.
SOL: hay algo indecible en el radical ensimismamiento
que decanta como eco escurridizo / bufeo de códex & signos
en la grumosidad de aquestas estelas vellocinas…
Aymara amaneció la servidumbre,
realmente oscura/ llena de curvas.
Quiero a tus empedrados labios como un ancla
–encarnada al pensamiento–
volado, poseso:
Bueno, el murmurio… murmurísimo escuchado,
la metamorfosis de su abismo.
Y llueve largamente en el último diálogo
¿o acaso ese pedazo de perro cortado en la vía… ese karma con cerros de neblina donde orean todas las mentes invoca contra tu ser el riquísimo fuego de irse a la mierda: la sílaba botánica? Y toda flor ruje lucidez / caos.
Ciertamente la épica es la vid –dentro de esa masa frondosa–:
la gramática problemática.
Ahora, otra cosa es huir del lenguaje,
materia prima que moldea células, redes y un coro de poemas.
El ácido anota como un símbolo
en la eternidad el curso de un cormorán en tu cabeza.
Ariete y símbolo y cuando yo te lloro el vacío
lucha, crece, se reproduce y muere;
descubre lo que proviene del ritmo.

Nicolas Arce (2001). Escritor. En el año 2019 fue parte del primer encuentro de Poesía emergente “Poesía chilena a las calles”. Organizó dos versiones consecutivas de las jornadas literarias “Los límites del Lenguaje” (2020-2021). Es parte de la antología “Pájaros Errantes” (Ediciones La Balandra Poética). Su primer libro, Hambre, fue publicado en el año 2021 por la editorial Visceras.